Corría el final del siglo XIX cuando Barcelona derribó las murallas de la ciudad y se
encargó a Ildefonso Cerdá la planeación de un nuevo proyecto de ciudad. El eje
principal de este “Ensanche” fue el Paseo de Gracia, que se convirtió en un elegante
boulevard donde se reunía la crema y nata de la sociedad catalana de finales de siglo.
Fue en este lujoso y elegante boulevard donde Antoni Amatller decide comprar una
casa y encargar a Josep Puig i Cadafalch su remodelación. El joven Antoni tenía
muchas ideas y exigencias para el arquitecto.
Tal vez una de las más excéntricas y divertidas es la presencia de una gárgola en la que
sería la habitación del empresario y que muestra la figura de un fotógrafo, ya que
Amatller quería hacer conocida su afición por este nuevo arte. En esa época, solo los
profesionales o personas muy adineradas tenían acceso a esta nueva forma artística.
A pesar de ser tan solo un aficionado, estuvo siempre en estrecho contacto con los
profesionales de la ciudad, entre ellos, el fotógrafo de la Exposición de 1888, Pau
Adouard, quien coincidencialmente tenía su estudio en los bajos de la casa Lleó
Morera, en la misma cuadra de la casa Amatller. Juntos fundaron la Sociedad
Fotográfica Española.
El fotógrafo de la Casa Ametller
Foto: Pictum
Otra de las grandes pasiones de Antoni Amatller eran los viajes. Junto a su hija Teresa,
quien nunca se casó, viajó por toda Europa y por lugares más remotos como Egipto,
Marruecos o Turquía. A cada uno de ellos llevaba sus cámaras fotográficas, lo que le
permitía coleccionar también los recuerdos de cada una de sus travesías.
En la parte superior del edificio, en la planta 4ª, durante la remodelación, se hizo
construir un estudio fotográfico, sellando así su pasión por la fotografía.
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